lunes, 30 de mayo de 2011

FARAONES DEL SOL, 2ª PARTE:
Akenatón (El Pequeño Amenhotep IV)

Akenatón, Nefertiti y sus hijas
bañados por los rayos de Atón

Amenhotep III y la reina Tiy tuvieron siete hijos: cinco mujeres (Sitamón, Henuttaneb, Isis, Nebetta y Baketatón) y dos varones. Todos ellos recibieron títulos importantes, incluyendo a su hijo Tutmosis, que fue nombrado sumo sacerdote de Menphis, en previsión de sustituir a Amenhotep III en el trono.

Sin embargo, su hijo más pequeño, llamado igual que su padre, Amenhotep, no recibió ningún título ni aparece reflejado en los retratos de familia y las crónicas existentes, manifiestas en numerosas esculturas e inscripciones de la época. Este hecho hace pensar que el muchacho debía ser diferente, de alguna manera. Nadie parecía acordarse de él y era excluido de las ceremonias religiosas entretanto el resto de sus hermanos recibían títulos y honores, permaneciendo aislado cuando el séquito real realizaba ofrendas al rey de los dioses egipcios, Amón Ra, tal como se adivina al no figurar reflejado junto a su familia.

El príncipe Amenhotep IV creció en la familia más poderosa de la tierra, y se cree que desde pequeño mostró extrañas tendencias. Algunas teorías apuntan a que Amenhotep IV pudo padecer el síndrome de Marfan, una extraña enfermedad que afecta a una de cada 10.000 personas y se caracteriza por un aumento inusual de la longitud de los miembros, perjudicando diversos órganos aunque sin afectar negativamente al desarrollo de la inteligencia. Pero más allá de diagnósticos, la única realidad es que Amenhotep IV (que posteriormente cambiara su nombre por Akenatón) era un niño «especial» quizá con ideas originales, aunque las consecuencias de la revolución que posteriormente llevó a cabo, todavía pueden apreciarse en nuestros días.

Amenhotep III descendía de faraones guerreros y fue tan efectivo en la diplomacia como sus antecesores en la guerra. Construyó templos para él y para su esposa Tiy, que en las estatuas lo iguala en tamaño, situándola como gobernante en la sombra. Todo apunta a que ella encabezaba el gobierno, entretanto su esposo parecía centrarse en la tarea de edificar templos y tumbas, realizando enormes cacerías y buscando bellas mujeres dentro y fuera de Egipto, con las que nutrir sus harenes. A través de la momia de Amenhotep III puede deducirse que sufrió mucho durante los últimos años de su vida, aquejado por diversas enfermedades, lo cual afianza el poder de la reina Tiy.

Ciertamente, los sacerdotes de Amón Ra interferían el poder del faraón, que gracias a las donaciones de Tutmosis III (el «faraón guerrero», más conocido como el «Napoleón Egipcio») eran muy poderosos. Al parecer, el padre de Amenhotep III (Tutmosis IV) ya intentó frenarlos, potenciando el culto al disco solar Atón (presente en los inicios del imperio egipcio), que figura esculpido en su tumba. Amenhotep III continuó su tendencia, alejándose de Tebas (Luxor, en la actualidad) al construir sendos palacios en Malkata y El Fayum.

El príncipe Tutmosis (descendiente que algunos egiptólogos no atribuyen a la reina Tiy, aduciendo que se hubiera llamado igual que su padre) falleció prematuramente, pero Amenhotep IV tenía otros hermanastros como competidores al trono, hijos de diversas esposas menores del faraón así como de varias de sus propias hijas, con las que Amenhotep III acostumbraba a desposarse durante los jubileos. Sin embargo, el tesón de la reina Tiy parecía centrarse en su hijo Amenhotep -el chico marginado-, convirtiéndolo finalmente en rey de Egipto a la edad de 18 años, hacia el año 1353 a. de C., tomando el nombre de Neferjeperura Uaenra y tras dos años como máximo de probable corregencia con Amenhotep III, cuyos consejeros habían muerto. Apoyado incondicionalmente por su madre, la reina Tiy, su enfrentamiento con el poder de los sacerdotes de Amón Ra desataría en Egipto una revolución de carácter radical, precisamente en el momento de mayor esplendor del imperio egipcio.

«Amenhotep IV, criado entre mujeres y rodeado e influenciado a lo largo de toda su vida por ellas, pareció aceptar las normas establecidas durante un breve período, tras el cual se convirtió en un líder religioso que trastocó la política y las costumbres egipcias, rompiendo con miles de años de tradición y arte, hasta hacer temblar los cimientos de Egipto».

«Tachado por algunos como hereje y loco, es contemplado por otros como el primer humanista conocido de la historia, antecesor del monoteísmo y el cristianismo».


Amenhotep IV, Akenatón 
(foto: Kenneth Garrett)

Atentamente:
Rafael Moriel

2 comentarios:

  1. Leí Akhenatón de Mahfuz hace años y me encantó el personaje.

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    1. Muy interesante, Txaro. Yo también he leído libros de Akenatón. Lo mejor de todo es que está abierto a la imaginación, y eso lo hace todo más interesante.
      Muchas gracias por tus comentarios, muy amable.
      Un abrazo: Rafa

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