«Poemas desde la Contemplación» es un libro de poemas escrito por Rafael Moriel, escritor y autor de este blog.
Título: Poemas desde la Contemplación
Autor: Rafael Moriel
Género: poesía. 30 poemas
Páginas: 54 din A4
Formato: ebook (pdf)
Cómo adquirilo: rafaelmoriel.com
Estilo: sincero, ensimismado y frágil
Autor: Rafael Moriel
Género: poesía. 30 poemas
Páginas: 54 din A4
Formato: ebook (pdf)
Cómo adquirilo: rafaelmoriel.com
Estilo: sincero, ensimismado y frágil
«Poemas desde la Contemplación» es un libro de poemas en el que muestro el cariño y el respeto que siento hacia algunas personas que han formado parte de mi vida.
Amor, desamor, vida y muerte conforman estos 30 «Poemas desde la Contemplación», con la expresividad que otorga el reglón partido y la madurez de los años vividos.
Mi poesía es realista, privada de toda cursilería. «Poemas desde la Contemplación», más allá de una colección de poemas escritos en diferentes etapas de mi vida es, a mi juicio, un ejercicio ensimismado, una prueba de amor y fragilidad.
En el terreno personal, «Poemas desde la Contemplación» es un libro de poemas escritos con mucho amor.
Amor, desamor, vida y muerte conforman estos 30 «Poemas desde la Contemplación», con la expresividad que otorga el reglón partido y la madurez de los años vividos.
Mi poesía es realista, privada de toda cursilería. «Poemas desde la Contemplación», más allá de una colección de poemas escritos en diferentes etapas de mi vida es, a mi juicio, un ejercicio ensimismado, una prueba de amor y fragilidad.
En el terreno personal, «Poemas desde la Contemplación» es un libro de poemas escritos con mucho amor.
Para más información, visitar la web: rafaelmoriel.com
Selección de Poemas
Mi Anciana Vecina Cara de Niña
Mi anciana vecina cara de niña
menudita
de ojos azules
tan bonita y sonriente,
no pasea cada tarde
con su abrigo y el bolso,
arregladita de peluquería.
Un extraño terror asomó en sus ojos.
Le asignaron una muchacha que fumaba cigarrillos
cogida del brazo:
«Ánimo», le decía yo.
Poco a poco
su hermoso rostro borró la sonrisa:
«No puedo», se lamentaba tras cada escalón.
«No sea tan mimosa», le dije una tarde.
Ayer le introduje la silla de ruedas en el ascensor.
Ya no la acompañaba la muchacha del «fumarreo»,
ocho escalones nos llevaron diez minutos.
«No puedo más», me dijo ... y la recordé antaño,
de peluquería
paseando impecable
sonriente, con su abrigo y el bolso negros.
«No puedo más...», manifestó, y comencé a creerla de veras.
Paquito
A menudo sorbía la saliva entre sus dientes,
con aquellas palas sobresaliendo,
y un día me dijo que de pequeño
merendaba pan
con mocos...
Yo solía llevar en el coche a mis padres,
hasta un pequeño pueblo
de unos veinte habitantes.
Él siempre estaba allí,
a la entrada del pueblo, entre las huertas
boina calada, manos en los bolsos, sorbiendo las babas,
tal que un desacostumbrado guardián entre el centeno
que bendice tu llegada.
Un día le escuché quejarse de las mujeres:
y lo vi tan sentido,
tan soltero, virgen tal vez...
ansiando féminas,
sorbiendo saliva con sus manos en los bolsos, boina calada.
Transcurrió el tiempo y me olvidé del todo,
pero alguien me dijo que Paquito sufrió un derrame cerebral
del que por fortuna se recuperó.
¡Aleluya!, me alegré.
Alguien aguardaría mi llegada,
el mundo funcionaba bien
y todo sería como antaño,
un guardián velando por nosotros.
Pero lo vieron una tarde
sobre una piedra,
sentado,
sin poder hablar
y a los pocos días le atacó de nuevo,
fulminándolo definitivamente.
Desde entonces aquel pueblo ya no es el mismo,
y los caminos están vacíos sin su guardián entre el centeno...
Paquito, recuerdo tus bocadillos
de pan
con mocos.
Mis viajes eran más esperanzadores
sabiendo que existía gente aguardando a otra gente.
El Perro de los Miserables
Aquellos a los que
etiquetan
de miserables:
Los vagabundos,
los yonquis
y los borrachos.
Los sin techo,
los ocupas
e indigentes
los punkis,
los sin nombre,
aquellos que suplican limosna...
Se rodean de hermosos perros;
cariñosos
e inocentes,
los más agraciados y bellos.
No dejo de sorprenderme ante
el cariño, la gracia y la hermosura de los perros indigentes,
y ¡cómo los cuidan!
Es cada vez que ocurre que pienso
pienso
pienso
en la posibilidad de una paradoja,
en lo anodino de la existencia
en el orgullo del guerrero,
en la tragedia humana,
en el perro de los miserables.
Atentamente:
Rafael Moriel
Rafael Moriel