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lunes, 30 de mayo de 2011

FARAONES DEL SOL, 4ª PARTE:
Akenatón (La revolución de Amarna)

Escena familiar

Tras ser coronado, Akenatón prohibió el traslado de las estatuas de los dioses egipcios de templo en templo a través del río Nilo, punto álgido del culto a Amón. Cinco años más tarde manifestó que Tebas estaba demasiado supeditada a Amón (rey de los dioses y dios de la creación y la fertilidad), lo que no era bueno para el dios Atón, presente desde las primeras dinastías.

Ajetatón, la nueva capital de Egipto erigida por Akenatón (también conocida como Aketatón, actualmente Tell el-Amarna o simplemente Amarna), permaneció oculta durante tres mil años hasta el hallazgo en 1887 de «las cartas de Amarna», tras lo cual fueron desenterrados más de un centenar de edificios, entre los que destacan el gran templo a Atón (situado en el corazón de la ciudad), la casa del rey y el salón del trono, ambos situados junto al templo. Su diseño global representa el primer proyecto residencial conocido de la historia, donde las viviendas de los siervos se apilaban alrededor de los nobles a quienes servían. Pero Ajetatón fue construida principalmente de ladrillos de adobe y sus exteriores muestran unos acabados pobres y apresurados.

Estudios arquitectónicos demuestran que los grabados en piedra marcando los límites perimetrales y los templos de Ajetatón conforman una serie de rectángulos perfectos. La propia geometría del gran Templo de Atón es proporcional a los límites de la ciudad, haciendo de ella un gran templo abierto.

La tumba de Akenatón se encuentra alineada con el eje del templo de Atón, situándose en el nacimiento del sol, lo cual pone de manifiesto que Akenatón nacía con el propio Atón, sorteando el viaje por el inframundo tras su óbito. Este hecho niega a Osiris (dios de la reencarnación), por lo que el faraón no sólo rompió con las tradiciones y dioses egipcios, sino que desechó las creencias del «libro de los muertos», algo que sin duda atemorizó a la población. Las inscripciones del más allá en las tumbas de Ajetatón fueron sustituidas por imágenes del faraón y la familia real adorando al disco solar, sugiriendo quizá que el destino en el más allá quedaba supeditado por la lealtad al faraón.

El arte promovido por Akenatón rompe con miles de años de tradición, a través de escenas familiares e íntimas en las que las imágenes de los dioses son sustituidas por miembros de la familia real realizando acciones cotidianas: Akenatón cenando con su madre, intercambiando miradas cómplices con su amada Nefertiti, besándose y jugando con sus hijas o llorando la muerte de alguna de ellas. Nunca antes se habían visto imágenes así. Las representaciones del faraón y su esposa desnudos son frecuentes, alejándose de la tradicional imagen idealizada y musculosa del faraón. Akenatón y Nefertiti son representados incluso con sus verrugas.

El conocido busto de Nefertiti pone de manifiesto la belleza de la reina, pero a medida que ésta envejecía era representada con postura encorvada y el cuerpo envejecido. Al parecer, Akenatón era un perfeccionista cuya máxima parecía ser vivir la realidad; pero los cuerpos no eran perfectos sino feos, en cierto modo.

El arte de Amarna atravesó por diferentes etapas, fomentando un estilo naturalista y contemplativo del entorno. Akenatón dio libertad a los artistas, que se expresaron en un trabajo sensual y repleto de movimiento. La nueva tendencia mostraba las caderas anchas y unos dedos extremadamente largos; el cráneo alargado y los pechos desarrollados, donde la imagen más representada se corresponde con la «ventana de las apariciones», en la que Akenatón y Nefertiti, envueltos por los rayos solares, entregan oro y regalos a los nobles en señal de agradecimiento.

La experiencia de Akenatón y Nefertiti supuso un experimento religioso y político, social y artístico, que desencadenó el episodio más traumático del Antiguo Egipto. Juntos Abolieron el culto y las ofrendas al clero de Amón, fundando la primera religión monoteísta, donde Akenatón se erigía como único profeta e intermediario con el dios Atón.

Durante el décimo año de reinado, Akenatón ordenó profanar todos los templos y santuarios, borrando los nombres de otros dioses y eliminando incluso el nombre de su padre relacionado con Amón, así como las referencias en el extremo de los obeliscos de Karnak.

En el año 2005 fue descubierto en Amarna un cementerio con restos de los súbditos de Akenatón, quien aparentemente erigió la capital de la abundancia. Se cree que la nueva capital de Egipto fue erigida con un espíritu alegre y entusiasta desconocido hasta entonces, lejos del poder oscuro y la corrupción de los sacerdotes de Amón. Pero el estudio de los cadáveres encontrados revela, sin embargo, una probable muerte prematura y un desgaste evidente de los huesos, así como índices de anemia muy elevados, desconociéndose con certeza si fue debido a las plagas que arrasaron la región por aquella época, o a unas malas condiciones de vida y alimentación.

Existen pruebas de que el pueblo egipcio continuaba adorando a los dioses antiguos. La experiencia de Akenatón brilló temporalmente hasta que comenzó a perder poder y credibilidad. Egipto ya no era temido fuera de sus fronteras pero Akenatón parecía centrado en su empeño. Pocos años después de su muerte, a los 40 años de edad y acaecida supuestamente durante el año 17 de su reinado, la ciudad de Ajetatón es abandonada y desmantelada por faraones posteriores. El culto a Amón es restablecido y todos los templos de Atón son destruidos, borrando de la historia el nombre de Akenatón y su descendencia, tal como se pone de manifiesto en el templo de Abydos, donde Seti I (padre de Ramsés II) ordenó esculpir los nombres de todos los faraones de Egipto (a excepción de Akenatón y sus descendientes), saltando de Amenhotep III hasta la dinastía XIX.

Parece ser que Akenatón deseaba que lo amaran, por encima de todo.

Tachado de disminuido físico, bisexual, hereje y loco, genio y visionario, megalómano y hippie, fanático y revolucionario… La única realidad es el gran desconocimiento de este enigmático faraón que despierta el interés y la simpatía de muchos, entre los cuales me incluyo.

Inscripción correspondiente
a las «Cartas de Amarna»

Atentamente:
Rafael Moriel

FARAONES DEL SOL, 3ª PARTE:
Akenatón (Primeros Años de Reinado del Rey Poeta)

Amenhotep IV: Akenatón

Amenhotep IV, décimo faraón de la dinastía XVIII, se situó en la cúspide del poder tras ser coronado rey de Egipto hacia el año 1353 a. de C., a la edad de 18 años.

Durante los primeros años de reinado, Amenhotep IV erigió su propio templo en Karnak, que conformaba un laberinto de templos con una superficie superior a 40 hectáreas, construido por sus antecesores a lo largo de más de 2000 años en la ciudad de Tebas (Luxor en la actualidad), capital de Egipto. Las construcciones de Amenhotep IV veneraban al disco solar Atón, del cual emanaban rayos de sol a modo de brazos, que acababan en manos con el signo Ank de la vida. Atón representaba al dios Ra, reducido a un disco solar. Pero Ra ya era el dios preferido de su padre Amenhotep III y su abuelo Tutmosis IV, quien anteriormente ordenó desenterrar la esfinge de Giza, enterrada hacía siglos y olvidada por todos, tras un sueño acaecido durante una cacería al descansar bajo la cabeza de la esfinge, en el que el propio Ra le aseguró que sería faraón de Egipto a pesar de sus escasas posibilidades, si a cambio retiraba la arena que cubría la esfinge.

Durante la primera época de su reinado, Amenhotep IV pareció aceptar el orden establecido. Sin embargo, durante el quinto año de su reinado cambió su nombre Amenhotep (Amón está satisfecho) por Akenatón (el que es beneficioso para Atón). Akenatón se casó con Nefertiti (cuyo nombre significa «la bella ha llegado») siendo príncipe, y ya era padre de dos hijas cuando fue coronado.

El faraón de Egipto gozaba del poder necesario para cambiar la capital de Egipto, que desde el año 2050 a. de C. era la ciudad de Tebas, declarada por el faraón Mentuhotep II. Anteriormente, el primer faraón de Egipto, llamado Menes, fundó la ciudad de Menfis en el año 3050 a. de C., que fue la capital de Egipto hasta la dinastía VIII.

Akenatón escribió himnos para su único dios Atón, el sol, y Egipto parecía aceptar su religión.

«El gran ser, Atón, ha ordenado mi vida. Él es mi padre, al cual ningún artesano ha concebido. Él se muestra cada día, al amanecer y en el ocaso. Eternamente llena la tierra con sus rayos y nos otorga la vida».
(Texto escrito por Akenatón)


Durante una expedición sobre una llanura desértica situada a 300 kilómetros al sur de las pirámides de Giza, a medio camino entre Tebas y Menfis, Akenatón vio al sol renacer sobre dos montañas, manifestando que era una señal de Atón para construir una nueva capital. Entonces ordenó construir la ciudad de Ajetatón (horizonte de Atón), paraje conocido en la actualidad como Tell el-Amarna, uno de los lugares más enigmáticos de Egipto. Inscritos en las marcas de frontera del perímetro de Ajetatón, el faraón Akenatón hizo inscribir su visión sobre la piedra, así como los propósitos de la nueva capital:

«Ningún noble me dirigió aquí. Ningún hombre en toda la tierra me dirigió aquí. Fue Atón, mi padre, el que me dirigió y me pidió que lo hiciera por él».
(Texto escrito por Akenatón)

Ajetatón, cuyo original diseño sugiere apertura y libertad, tiene una extensión de diez kilómetros de largo por cinco de ancho y fue construida en gran parte durante cuatro años, siendo completada en apenas una década. En ella, cerca de dos mil dioses fueron sustituidos por el disco solar, Atón. La nueva capital de Egipto desplazó a un máximo de 50.000 súbditos hasta 400 kilómetros al norte de Tebas, en el inhóspito desierto.

«Tu nacimiento al amanecer es espléndido, ¡oh, Atón!, creador de la vida. Cuando apareces por el este, llenas todos los rincones con tu belleza. ¡Eres hermoso! Grande, radiante. Cuando te pones por el oeste la tierra está oscura, como muerta. Todos los leones salen de su guarida, las serpientes muerden, la noche acecha. La tierra queda silenciosa mientras su creador reposa en la oscuridad».
(Texto escrito por Akenatón)

Akenatón y Nefertiti tuvieron seis hijas: Meritatón, Meketatón, Anjesenpaatón (mujer de Tutankamón), Neferneferuatón-Thaserit, Neferneferura y Setepenra. La reina Nefertiti gozó de un poder inusual entre las reinas de Egipto, elevada a la categoría de corregente durante todo el reinado de Akenatón. Juntos llevaron a cabo la mayor revolución del imperio egipcio.

No hay nada como el arte y la literatura de Akenatón en el resto de la historia egipcia. Puede que Akenatón tuviera una gran visión, pero lo que llevó a cabo posteriormente traumatizó al pueblo egipcio.


Dios Solar Ra
(sobre su cabeza, el disco solar)


Atentamente:
Rafael Moriel

FARAONES DEL SOL, 2ª PARTE:
Akenatón (El Pequeño Amenhotep IV)

Akenatón, Nefertiti y sus hijas
bañados por los rayos de Atón

Amenhotep III y la reina Tiy tuvieron siete hijos: cinco mujeres (Sitamón, Henuttaneb, Isis, Nebetta y Baketatón) y dos varones. Todos ellos recibieron títulos importantes, incluyendo a su hijo Tutmosis, que fue nombrado sumo sacerdote de Menphis, en previsión de sustituir a Amenhotep III en el trono.

Sin embargo, su hijo más pequeño, llamado igual que su padre, Amenhotep, no recibió ningún título ni aparece reflejado en los retratos de familia y las crónicas existentes, manifiestas en numerosas esculturas e inscripciones de la época. Este hecho hace pensar que el muchacho debía ser diferente, de alguna manera. Nadie parecía acordarse de él y era excluido de las ceremonias religiosas entretanto el resto de sus hermanos recibían títulos y honores, permaneciendo aislado cuando el séquito real realizaba ofrendas al rey de los dioses egipcios, Amón Ra, tal como se adivina al no figurar reflejado junto a su familia.

El príncipe Amenhotep IV creció en la familia más poderosa de la tierra, y se cree que desde pequeño mostró extrañas tendencias. Algunas teorías apuntan a que Amenhotep IV pudo padecer el síndrome de Marfan, una extraña enfermedad que afecta a una de cada 10.000 personas y se caracteriza por un aumento inusual de la longitud de los miembros, perjudicando diversos órganos aunque sin afectar negativamente al desarrollo de la inteligencia. Pero más allá de diagnósticos, la única realidad es que Amenhotep IV (que posteriormente cambiara su nombre por Akenatón) era un niño «especial» quizá con ideas originales, aunque las consecuencias de la revolución que posteriormente llevó a cabo, todavía pueden apreciarse en nuestros días.

Amenhotep III descendía de faraones guerreros y fue tan efectivo en la diplomacia como sus antecesores en la guerra. Construyó templos para él y para su esposa Tiy, que en las estatuas lo iguala en tamaño, situándola como gobernante en la sombra. Todo apunta a que ella encabezaba el gobierno, entretanto su esposo parecía centrarse en la tarea de edificar templos y tumbas, realizando enormes cacerías y buscando bellas mujeres dentro y fuera de Egipto, con las que nutrir sus harenes. A través de la momia de Amenhotep III puede deducirse que sufrió mucho durante los últimos años de su vida, aquejado por diversas enfermedades, lo cual afianza el poder de la reina Tiy.

Ciertamente, los sacerdotes de Amón Ra interferían el poder del faraón, que gracias a las donaciones de Tutmosis III (el «faraón guerrero», más conocido como el «Napoleón Egipcio») eran muy poderosos. Al parecer, el padre de Amenhotep III (Tutmosis IV) ya intentó frenarlos, potenciando el culto al disco solar Atón (presente en los inicios del imperio egipcio), que figura esculpido en su tumba. Amenhotep III continuó su tendencia, alejándose de Tebas (Luxor, en la actualidad) al construir sendos palacios en Malkata y El Fayum.

El príncipe Tutmosis (descendiente que algunos egiptólogos no atribuyen a la reina Tiy, aduciendo que se hubiera llamado igual que su padre) falleció prematuramente, pero Amenhotep IV tenía otros hermanastros como competidores al trono, hijos de diversas esposas menores del faraón así como de varias de sus propias hijas, con las que Amenhotep III acostumbraba a desposarse durante los jubileos. Sin embargo, el tesón de la reina Tiy parecía centrarse en su hijo Amenhotep -el chico marginado-, convirtiéndolo finalmente en rey de Egipto a la edad de 18 años, hacia el año 1353 a. de C., tomando el nombre de Neferjeperura Uaenra y tras dos años como máximo de probable corregencia con Amenhotep III, cuyos consejeros habían muerto. Apoyado incondicionalmente por su madre, la reina Tiy, su enfrentamiento con el poder de los sacerdotes de Amón Ra desataría en Egipto una revolución de carácter radical, precisamente en el momento de mayor esplendor del imperio egipcio.

«Amenhotep IV, criado entre mujeres y rodeado e influenciado a lo largo de toda su vida por ellas, pareció aceptar las normas establecidas durante un breve período, tras el cual se convirtió en un líder religioso que trastocó la política y las costumbres egipcias, rompiendo con miles de años de tradición y arte, hasta hacer temblar los cimientos de Egipto».

«Tachado por algunos como hereje y loco, es contemplado por otros como el primer humanista conocido de la historia, antecesor del monoteísmo y el cristianismo».


Amenhotep IV, Akenatón 
(foto: Kenneth Garrett)

Atentamente:
Rafael Moriel

domingo, 29 de mayo de 2011

FARAONES DEL SOL, 1ª PARTE:
Amenhotep III

Amenhotep III y la reina Tiy
En el año 1550 a. de C. los egipcios crearon el imperio más grande conocido hasta entonces. No sólo expulsaron a los invasores luchando ferozmente, sino que ampliaron sus dominios con tal poderío que su liderazgo dio paso a una etapa de sumisión, exenta de conflictos armados.

Amenhotep III —también conocido como Amenofis III o Nebmaatra Amenhotep- comenzó su reinado a una edad máxima de 12 años, marcando el principio de la paz en la época dorada del Antiguo Egipto, siendo el hombre más rico y poderoso del mundo y el faraón más próspero de todos los tiempos.

Corría el año 1391 a. de C. cuando Amenhotep III, cuyo nombre significa «el Diós Amón es satisfecho», fue coronado faraón. Rehusando la violencia y gobernando a través de una diplomacia desconocida hasta entonces, Amenhotep III se denominó a sí mismo como «Rey de Reyes», entregando oro a los diferentes reyes de Oriente en la cantidad suficiente como para «dejarles con las ganas», de modo que siempre esperaran algo más.

Proveniente de la región de Nubia (Sudán) —donde se cuenta que el oro abundaba como el polvo—, el oro de Egipto hizo a Amenhotep III mucho más rico que sus predecesores. A cambio de éste logró la paz de Egipto y recibía por ofrendas a decenas de princesas procedentes de otros reinos, que engrosaban sus harenes, donde aglutinaba a cientos de las más bellas mujeres que pueda imaginarse. El orgullo de Egipto era tal, que a diferencia de otros faraones, a Amenhotep III no se le conoce ningún caso de entrega ni casamiento de princesas egipcias en otros reinos.

En el año 1887 de nuestra era fueron halladas unas cartas impresas en piedra, que ponen de manifiesto parte de la correspondencia que Amenhotep III mantuvo con otros dirigentes de Oriente Próximo. A él se le atribuyen los primeros y diminutos escarabajos de piedra impresos con noticias de la época, en lo que pudiera considerarse como el primer periódico conocido de la historia (un concepto similar al medio propagandístico denominado NO-DO (noticiario documental), caracterizado por su brevedad y promocionado durante la dictadura franquista en España). Así es como el pueblo egipcio tuvo constancia de su casamiento con una plebeya, la reina Tiy, hija de un oficial de carros, mujer de aspecto robusto y marcado carácter que gobernó a la sombra de su esposo y cuya influencia en los destinos de Egipto vendría a suponer la primera revolución religiosa monoteísta, llevada a cabo por su descendiente Amenhotep IV, tachado en la historia como el iconoclasta, el «patito feo» de la reina Tiy, más conocido como Akenatón, considerado por muchos como el primer hippie y humanista conocido, un revolucionario religioso y un poeta de carácter marcadamente romántico que acabó finalmente radicalizándose de un modo atroz.

A pesar de la diplomacia de Amenhotep III y tras donar importantes cantidades de oro a los templos de Egipto, cuyos cientos de sacerdotes velaban al diós Amón Ra, él y su esposa Tiy comenzaron a rivalizar con los sacerdotes, que actualmente controlaban una tercera parte de la riqueza de Egipto y llegaron a gozar de tanto poder como el propio faraón. Amenhotep III y la reina Tiy —cuyo mechón de cabello fue hallado en la tumba de su nieto Tutankamón—, comenzaron a mostrar interés por el Diós Atón (el Sol visible) presente en los inicios del Antiguo Egipto, en un intento quizá de restar poder a los sacerdotes de Amón Ra, rey de los dioses egipcios.

Amenhotep III rehusó a las viejas costumbres. Construyó su propio templo funerario en la orilla occidental del Nilo —por entonces el mayor complejo religioso de Tebas (Luxor en la actualidad)—, que las continuas inundaciones arruinaron doscientos años más tarde. Actualmente los Colosos de Memnón —dos estatuas de 18 metros de altura— conforman los únicos restos en pie a la entrada del templo.

Amenhotep III murió en el año 1352 a. de C., tras reinar durante 39 años, a la edad aproximada de 51 años. Todos los reyes extranjeros escribieron a la reina Tiy expresando sus condolencias, llorando la muerte del «Rey de Reyes», un genio diplomático por excelencia.

El arte y las construcciones de Amenhotep III tan sólo fueron superadas por «Ramsés II el Grande», que reinó durante casi un siglo, cuando la esperanza de vida en el Antigo Egipto era de unos treinta años de edad.


Amenhotep III (foto: Kenneth Garrett)
Atentamente:
Rafael Moriel

Tutankamón: «El Rey Niño»

Reconstrucción actual del rostro
de Tutankamón

El día 26-11-1922 se abre el sello de la tumba de Tutankamón, lo que supone el hallazgo arqueológico más importante de la historia reciente.

Utilizado como cementerio para al menos 40 reyes y miembros de la familia real, el Valle de los Reyes fue abandonado por sus guardianes tras la caída del Imperio Nuevo Egipcio.

Howard Carter, hijo de un pintor inglés, pisó Egipto por primera vez a los 17 años de edad, en calidad de artista. Sin embargo, fue años más tarde cuando el aristócrata inglés George Herbert de Carnarvon lo contrató para realizar una excavación en el Valle de los Reyes.

El faraón más famoso de todos los tiempos no era nadie entonces. Pero el hallazgo de una taza con inscripciones y unos paquetes y jarras encontrados junto a otra tumba, atrajeron la atención de Howard Carter. Tras varios intentos fallidos, Carter comienza su última temporada de excavaciones en el Valle de los Reyes el día 1-11-1922, desenterrando a los tres días el primer escalón de acceso a la tumba de Tutankamón.

El rey Tut nació a mediados del siglo XIV a. de C. Fue nieto de Amenhotep III e hijo de Akenatón, que abolió el culto a los dioses de Egipto y clausuró los templos de Tebas, trasladándose a la nueva capital Ajetatón (actualmente conocida como Amarna), erigida en honor al dios Atón. Allí fue instruido Tutankamón, se cree que en un ambiente de amor y armonía desconocido hasta entonces. Su nombre inicial fue Tut-ank-Atón (imagen viva de Atón, en honor al dios Atón) y fue coronado hacia el año 1333 a. de C., en plena crisis tras el profundo cambio religioso proclamado por Akenatón.

Su pequeña tumba, ubicada frente a la de Ramsés VI, mostraba evidencias de haber sido profanada, puesto que en el Antiguo Egipto quienes enterraban a sus reyes eran los primeros en robar sus tesoros, y algunas cajas habían sido abiertas y cerradas de nuevo. Diseñada para albergar a alguien de categoría muy inferior a la de un rey de Egipto, la tumba estaba compuesta por un corto acceso, una antecámara, una cámara principal funeraria, un pequeño anexo y una cámara del tesoro.

El breve reinado de Tutankatón -quien finalmente cambió su nombre por Tutankamón-, no estuvo libre de intrigas y traiciones, aunque la historia reconstruida es una mera suposición de lo acontecido.

Su esposa Anjesenpaatón (la que vive por Atón), hija de Akenatón y que asimismo cambiara su nombre por Ankesenamón, perdió dos hijos cuyos fetos momificados fueron hallados en la tumba. Tras la muerte de Tutankamón, atribuida recientemente a una fractura del fémur y malaria en la peor de sus versiones, Ankesenamón envió una carta a sus enemigos los Hititas, con quienes Egipto se encontraba en guerra cuando el Rey Niño fue coronado. El mensaje, tallado en una piedra, recoge la súplica al rey hitita de que envíe a uno de sus hijos para desposarse y continuar el reinado de Egipto con sangre real, aduciendo no fiarse de nadie a su alrededor. El rey hitita hace caso omiso de la primera misiva, aunque finalmente accede tras un segundo mensaje, enviando a uno de sus hijos, que junto con su séquito, es aniquilado durante el viaje.

Posteriormente, el sumo sacerdote Ay y el jefe del ejército, Horemheb, se repartieron el poder de Egipto. Un anticuario egipcio demuestra, mediante una joya de compromiso, la boda entre Ankesenamón y Ay, lo que confirma que ésta se desposó finalmente con él, a quien la historia no ha visto con buenos ojos y que, al igual que otros faraones, borró las huellas de su antecesor.

Tutankatón murió a una edad estimada de diecinueve años. Ay reinó durante cuatro años y nada se sabe de Anjesenpaatón, cuya tumba es buscada con especial ahínco.

Los científicos afirman que el fin de la dinastía XVIII parece precipitado por el casamiento repetido entre los miembros de la familia real, lo cual llegó a provocar malformaciones genéticas entre sus miembros, tal como puede apreciarse en uno de los fetos hallados en la tumba de Tutankatón, que padecía síndrome de Marfan. El propio Tutankatón sufría una necrosis avascular ósea en uno de sus pies, lo cual explica que fuera enterrado junto a decenas de bastones.

«Quien fuera borrado de la historia, el desafortunado Rey Niño, es hoy en día el faraón más popular de todos los tiempos. El perdedor por excelencia, cuya tumba fue prácticamente improvisada, es el único faraón conocido que descansa en el Valle de los Reyes. Ningún otro lo consiguió, ni siquiera Ramsés II el Grande, el más vanidoso de todos los faraones, cuya tumba fue destruida por las aguas».

Máscara de Tutankamón
(foto: Kenneth Garrett)

Atentamente:
Rafael Moriel