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domingo, 10 de marzo de 2019

¿Hablar de Eneagrama?





Ayer participé, junto a la mayoría de mis viejos amigos, en una celebración de cumpleaños:

Quienes me conocen bien, saben que fomento el Eneagrama desde hace más de veinte años, e incluso he escrito un libro y diversos artículos en mi blog personal, acerca de ello. Sin embargo, hace ya mucho tiempo aprendí que, cuanto más se sabe de Eneagrama, menos necesidad hay de hablar de ello, especialmente entre gente que lo desconoce. El Eneagrama despierta el interés de la gente a mi alrededor, a veces incluso a modo de «chisme», aunque por desgracia acostumbran a consultarme en las circunstancias y ambientes menos propicios.

He mantenido y mantengo una relación directa con personas afines al Eneagrama, incluyendo a mis parejas sentimentales, e incluso conozco a muchos profesionales dedicados a su estudio y promoción; observándolos de cerca, uno puede darse cuenta de que, a pesar de todo, el Eneagrama no da la felicidad, si bien puede acercarnos a la consciencia. Normalmente son necesarios varios años para llegar a dominarlo, y llegados a este punto, destacaría la diferencia entre «saber» y «conocer», como una mera cuestión de tiempo.

Vivo el Eneagrama a diario, y en mi casa se habla de ello. No concibo mi existencia junto a alguien ajeno al mismo. Pero las conversaciones de celebraciones alrededor de una mesa, en las que habitualmente me consultan acerca del probable eneatipo de amigos y conocidos... carecen de sentido; incluso podrían conducir a graves prejuicios y malentendidos, o ensalzamientos de carácter necio. Se pueden cometer graves errores al frivolizar el Eneagrama, y conviene evitarlo a toda costa. Por todo ello, os ruego que si queréis saber algo, me lo preguntéis en la intimidad, puesto que la mayoría de las veces debo responderos en muy poco tiempo, y en circunstancias poco propicias.

Estoy seguro de que el Eneagrama tendría la capacidad de cambiar el mundo. Pero la consciencia está más próxima a la madurez del «conocer», que a la inmediatez de «saber», y a los datos meramente descriptivos.

Personalmente, en mi día a día, el Eneagrama me abre una puerta a la observación y a la reflexión; una definitiva y necesaria aceptación de la realidad más propia del eneatipo «nueve», que a fin de cuentas, quizá suponga el principio y el final de todo.

Yo no puedo cambiar el mundo, y únicamente es posible cambiarse a sí mismo.




Atentamente:
Rafael Moriel

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