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lunes, 14 de agosto de 2023

Septiembre: el comienzo de todo


Lejos del esplendor y el ruido que acompaña los últimos días de diciembre, con su final de ciclo y sus luces como preámbulo de un año nuevo que resuelva nuestros pesares y anhelos, el mes de septiembre podría ser el comienzo de todo: el fin del verano, el regreso al trabajo, el inicio del curso y la posibilidad de emprender actividades y proyectos que se quedaron en el tintero. La ilusión de doce meses por delante...

Por todo ello, algunos consideramos que el año comienza con el fin de agosto, junto a esas tentadoras colecciones de fascículos que anuncian por televisión.


Agosto es el periodo estival para el descanso y la desconexión. Pero no sólo eso, un intervalo de tiempo en el que casi todo se detiene, aunque el grueso de nuestras vidas se forje en el día a día de los once meses restantes, en los que somos esclavos de un acuerdo contractual que ocupa nuestras vidas. A menudo ocurre que, durante las vacaciones de verano o después de éstas, caemos en la cuenta de lo que todo esto supone y significa: ¿cuánto nos dejamos de nosotros mismos en el día a día? ¿Qué desearíamos hacer en realidad? ¿Somos felices? ¿Hasta qué punto se han cumplido nuestros deseos?

Echar el freno en vacaciones puede abrir nuestras mentes. Las vacaciones deberían resultar sanadoras en todo caso, pero en no pocas ocasiones destapan algo que permanecía oculto entre la vorágine, provocando una crisis o un sindrome post vacacional. Y eso dice mucho al respecto de agosto y septiembre, como la posibilidad de un antes y un después.


Por todo ello haced los planes cuanto antes. Coged lápiz y papel y reflexionad sobre lo que estáis haciendo, y a dónde queréis llegar. No perdáis tiempo, que la vida es corta.

Atentamente:
Rafael Moriel

domingo, 6 de agosto de 2023

¿La fama mata?


Ante todo, expresar mi profundo pesar por el fallecimiento de la popular artista irlandesa, Sinéad O´Connor.

Con la certeza de que necesitamos artistas de su talento y fuerza, me vienen a la mente multitud de datos que la marcaron: una familia desestructurada con maltrato infantil, un enorme talento artístico con una fuerza interpretativa y un estilo inusuales, su individualismo e hipersensibilidad emocional, y también su rebeldía y su obsesión religiosa... Cabría preguntarse si su atrevido comportamiento al romper una foto de Juan Pablo II ante las cámaras de televisión inició su mala racha, que quizá la condujo a un fatal desenlace, aunque es más probable que todo sea debido a un cúmulo de circunstancias, y a una mala gestión emocional de la fama.


Al hilo de lo dicho, la hipocresía reina a nuestro alrededor. Pero no sólo eso: decir la verdad puede hacer añicos nuestro entorno. Es necesario ser muy fuerte y sopesar las consecuencias antes de enfrentarse al mundo, sabiendo que, a fin de cuentas, no podemos cambiarlo. Sinéad O´Connor era consciente de su verdad cuando rompió aquella fotografía. Después quizá vino el «más vale sola que mal acompañada», «créate fama y échate a dormir», «a perro flaco todo son pulgas», las crisis y los problemas de salud mental.


¡Tened cuidado! La certeza no es una garantía de éxito. Vivamos desde lo auténtico, pero sin destacar.

El mismo talento y la sensibilidad que encumbraron a Sinéad O´Connor, propiciaron su descenso al infierno. Tan sólo eso podría explicar lo ocurrido. Pero también es cierto que nuestra sociedad castiga la hipersensibilidad, y una vez más se cumple aquello de «la fama mata», especialmente con determinados caracteres y sensibilidades.


Contrariamente a lo que cabría esperar, estar en lo cierto puede dejarnos solos. La experiencia lo demuestra.

Atentamente:
Rafael Moriel