Lejos del esplendor y el ruido que acompaña los últimos días de diciembre, con su final de ciclo y sus luces como preámbulo de un año nuevo que resuelva nuestros pesares y anhelos, el mes de septiembre podría ser el comienzo de todo: el fin del verano, el regreso al trabajo, el inicio del curso y la posibilidad de emprender actividades y proyectos que se quedaron en el tintero. La ilusión de doce meses por delante...
Por todo ello, algunos consideramos que el año comienza con el fin de agosto, junto a esas tentadoras colecciones de fascículos que anuncian por televisión.
Agosto es el periodo estival para el descanso y la desconexión. Pero no sólo eso, un intervalo de tiempo en el que casi todo se detiene, aunque el grueso de nuestras vidas se forje en el día a día de los once meses restantes, en los que somos esclavos de un acuerdo contractual que ocupa nuestras vidas. A menudo ocurre que, durante las vacaciones de verano o después de éstas, caemos en la cuenta de lo que todo esto supone y significa: ¿cuánto nos dejamos de nosotros mismos en el día a día? ¿Qué desearíamos hacer en realidad? ¿Somos felices? ¿Hasta qué punto se han cumplido nuestros deseos?
Echar el freno en vacaciones puede abrir nuestras mentes. Las vacaciones deberían resultar sanadoras en todo caso, pero en no pocas ocasiones destapan algo que permanecía oculto entre la vorágine, provocando una crisis o un sindrome post vacacional. Y eso dice mucho al respecto de agosto y septiembre, como la posibilidad de un antes y un después.
Por todo ello haced los planes cuanto antes. Coged lápiz y papel y reflexionad sobre lo que estáis haciendo, y a dónde queréis llegar. No perdáis tiempo, que la vida es corta.
Por todo ello, algunos consideramos que el año comienza con el fin de agosto, junto a esas tentadoras colecciones de fascículos que anuncian por televisión.
Agosto es el periodo estival para el descanso y la desconexión. Pero no sólo eso, un intervalo de tiempo en el que casi todo se detiene, aunque el grueso de nuestras vidas se forje en el día a día de los once meses restantes, en los que somos esclavos de un acuerdo contractual que ocupa nuestras vidas. A menudo ocurre que, durante las vacaciones de verano o después de éstas, caemos en la cuenta de lo que todo esto supone y significa: ¿cuánto nos dejamos de nosotros mismos en el día a día? ¿Qué desearíamos hacer en realidad? ¿Somos felices? ¿Hasta qué punto se han cumplido nuestros deseos?
Echar el freno en vacaciones puede abrir nuestras mentes. Las vacaciones deberían resultar sanadoras en todo caso, pero en no pocas ocasiones destapan algo que permanecía oculto entre la vorágine, provocando una crisis o un sindrome post vacacional. Y eso dice mucho al respecto de agosto y septiembre, como la posibilidad de un antes y un después.
Por todo ello haced los planes cuanto antes. Coged lápiz y papel y reflexionad sobre lo que estáis haciendo, y a dónde queréis llegar. No perdáis tiempo, que la vida es corta.
Atentamente:
Rafael Moriel
Rafael Moriel