Género: novela dramática. Nº páginas: 294. Formato: papel tapa blanda y ebook.
Sinopsis
Edurne es una sexagenaria que padece insomnio y agitación nocturna, lo cual afecta al día a día con su marido. Tras acudir al psiquiatra y ponerse en tratamiento, su trastorno evoluciona hasta la demencia. Paulatinamente, Edurne pierde sus facultades físicas y mentales, haciéndose dependiente. Su marido y sus cuatro hijos se vuelcan en cuidarla, sacando lo mejor y lo peor de cada cual.
«La demencia de mamá» es una novela dramática en torno a la demencia, que incapacita a su protagonista, deteriorando las relaciones familiares hasta destruirlas.
«La demencia de mamá» analiza las diferentes etapas por las que atraviesa una enfermedad compatible con la demencia por cuerpos de Lewy, la segunda demencia más habitual, después del Alzheimer. Y lo hace hasta las últimas consecuencias, y el fatal desenlace. Asimismo, es un manual de posibilidades y formas de abordar la enfermedad, así como de la posible mala praxis médica y otros errores posibles. Evolución, diferentes tratamientos, residencias geriátricas, etc.
«La demencia de mamá» es una cronología de lo acontecido y experimentado por los miembros de la familia Eguíluz frente a la enfermedad de Edurne, con sus diferentes puntos de vista y el correspondiente papel que cada cual juega, o le dejan jugar, dentro de la jerarquía familiar.
Una novela sobre la demencia, que refleja fielmente a quien la padece, así como a las personas que le rodean. Una narración objetiva e interesante, en la que cada fase de la enfermedad, cada punto de vista, cada tratamiento médico y cada posibilidad, quedan reflejados.
A veces pienso en «mi mejor amigo» con cierto pesar, y me pregunto por qué ya no compartimos aquella próspera amistad.
A lo largo de mi vida, dejé de fomentar algunas amistades por decisión propia, sin duelo alguno. Sin embargo, y en relación a la pérdida de quien considero fue «mi mejor amigo», estoy seguro de que no fui yo quien la propició, y tampoco lo esperaba en ningún caso. He pensado mucho acerca de ello, atravesando diferentes etapas, algunas de ellas incluyendo a ciertos demonios. Finalmente, he logrado extraer algunas conclusiones que me han ayudado a madurar como adulto, poniendo fin a mis inquietudes:
Mi amigo y yo somos incompatibles, de veras que sí; de hecho, ya no es mi amigo, porque ni siquiera hablamos hace años, y no hay NADA que me una a él. Por mucho que me empeñase en negarlo, es la verdad. El resto... sólo conforma un sentimiento de tristeza y anhelo:
Nos llevaríamos fatal. Estando juntos, yo no podría ser yo, y viceversa. JAMÁS. Estaríamos continuamente poniéndonos en entredicho, porque ya no somos quienes fuimos. Fomentamos una excelente amistad durante décadas, pero todo aquello pertenece al pasado, y al mundo de los recuerdos. Ni siquiera estamos en el mismo nivel de consciencia, y no soportaríamos los roles que interpretábamos antaño... Nuestros intereses son distintos, nuestras apreciaciones otras. No tenemos nada en común y todo apunta a que, tras más de una década sin comunicarnos, somos dos perfectos desconocidos.
De nada sirve añorar el pasado, o aguardar a que algo cambie. Refugiarme en el ayer no ayuda, y significa que puedo estar triste en un momento dado. «Un tiempo extraviado, en un sueño imposible».
Me ha llevado años aclararlo...
El saber no ocupa lugar, aunque sí ocupa mucho tiempo. Le deseo lo mejor a «mi mejor amigo», agradeciéndole su amistad y sintiéndome orgulloso de haber sido su referente durante tanto tiempo.
Si hay un lugar de mi ciudad que me ilusionó de manera especial, ése era Carrión Música, con su escaparate de guitarras y otros instrumentos musicales, en la calle Manuel Iradier número veinte, a la altura de la Plaza Amárica.
Carrión Música fundada en 1880
La legendaria tienda de música, fundada por Cosme Carrión en 1880 y que mantuvo sus puertas abiertas durante 138 años, fue regentada por cinco generaciones de la misma familia, que imprimieron a la ciudad de Vitoria-Gasteiz una nota de música y alegría, y un compás de ilusión.
Mi historia con Carrión se remonta hasta la adolescencia: mi padre tenía un bar, y era durante el mes de agosto, en las fiestas de Vitoria-Gasteiz, que trabajábamos agotadoramente hasta el final de las mismas, cuando mi padre cerraba el bar por vacaciones. Todos los años aguardaba durante los días posteriores, con gran ilusión, la apertura de la tienda de instrumentos Carrión Música, que solía abrir sus puertas tras la festividad del quince de agosto. Acudía muy ilusionado, con el dinero que mi padre me daba por colaborar en su bar durante las fiestas, dispuesto a invertirlo en una de mis grandes pasiones: la música.
El día 16 de agosto allí estaba yo... en ocasiones nada más abrir la tienda. Con algo de dinero en el bolsillo, dispuesto a hacerme con una guitarra eléctrica o una acústica, un amplificador, una pedalera de efectos, un cuatro pistas... ideas no faltaban; pedales y atuendos, un micrófono... Recuerdo haber pasado una mañana y una tarde enteras, probando instrumentos. Al final siempre compraba algo de aquella magnífica sala aterciopelada, repleta de instrumentos colgados en las paredes.
Doy fe de que Carrión música era lo más. Cualquier músico o afinionado de mi época, lo sabe. Sus dueños llegaron a afirmar que era la mejor tienda de música de España; lo ignoro, pero en cualquier caso doy fe de que, para mí, era y será por siempre, el mejor escaparate de Vitoria-Gasteiz, con muchísima diferencia; algo que probablemente no podrá ser repetido, ni superado.
Carrión Música mítica tienda de instrumentos musicales de Vitoria-Gasteiz
Añoro muchísimo los tiempos de Carrión Música, y desearía que todo volviera a ser como antaño: con una elegante puerta de madera, las guitarras en el escaparate y una sala de terciopelo al fondo... con todas aquellas personas que formaron parte de mi vida, cuanto todo estaba por suceder.
La última foto de Carrión Música, en recuerdo de aquellos maravillosos días
Nota: el presente post se complementa con el contenido en el siguiente enlace «¿Qué fue de Baby Jane».
Ficha Técnica
«Feud: Bette and Joan», miniserie de Ryan Murphy
Título original: Feud: Bette and Joan Dirección: Ryan Murphy (Creador), Ryan Murphy, Gwyneth Horder-Payton, Helen Hunt, Liza Johnson, Tim Minear Guión: Jaffe Cohen, Michael Zam, Tim Minear, Ryan Murphy Música: Mac Quayle Fotografía:Nelson Cragg País: Estados Unidos Año: 2017 Duración: 60 min. / 8 capítulos Género: Serie de TV. Drama | Cine dentro del cine. Biográfico. Años 60. Miniserie de TV Reparto: Jessica Lange, Susan Sarandon, Judy Davis, Jackie Hoffman, Alfred Molina, Stanley Tucci, Alison Wright, Catherine Zeta-Jones, Kathy Bates, Kiernan Shipka, Dominic Burgess, Reed Diamond, Joel Kelley Dauten, Molly Price, Ken Lerner Compañías:Fox 21 Television Studios, Plan B Entertainment, Ryan Murphy Productions. Emitida por: FX Network
Sinopsis
«FEUD» es una miniserie para TV realizada en 2017, cuya primera temporada consta de ocho episodios. Bajo el subtítulo «Bette and Joan», explora la enemistad entre las actrices Joan Crawford y Bette Davis, centrándose en su relación a partir de 1962, cuando rodaron la mítica «¿Que fue de Baby Jane?», en una apuesta por realzar sus carreras artísticas.
Pero su enemistad ya venía de atrás, cuando Joan Crawford le quitó un novio a Bette Davis en los años treinta, con el que se desposó. Se odiaban aunque, en realidad, tenían mucho en común: ambas fueron divas de la Metro Goldwyn Mayer y de la Warner Bros., respectivamente; eran alcohólicas y tras permanecer en la cima del éxito, habían pasado al olvido. Y ambas criaron hijas que se volvieron contra ellas, acusándolas de maltrato.
Fue Joan Crawford quien planteó la idea de «¿Que fue de Baby Jane?», proponiendo a Bette Davis para el papel de Jane. En un principio se esforzó por llevarse bien con ella, tal como solía hacer con sus compañeros de rodaje. Pero terminada la película y tras su gran éxito de taquilla, tan sólo Bette Davis fue nominada al Óscar, lo que desató la envidia de Joan Crawford, que manipuló al jurado para evitar que le dieran la estatuilla, y tuvo la osadía de recoger el Óscar para la ganadora final, la actriz Anne Bancroft. A partir de entonces, ambas frecuentaron un maquiavélico juego de orgullo y envidia, odio y manipulación.
El rodaje de «¿Que fue de Baby Jane?» estuvo plagado de despropósitos, bien reflejados en la serie: Crawford se cargó de pesas cuando Davis tuvo que levantarla a pulso, y debido a sus problemas de espalda, se vio obligada a ausentarse del rodaje. Por su parte, Davis se resarció propasándose al golpear a Crawford en una escena. Y así todo el rato...
En 1964 volvieron a encontrarse durante el rodaje de «Canción de cuna para un cadáver», aunque Joan Crawford fue sustituida por Olivia de Havilland, debido al boicot que llevó a cabo contra la producción de la película, del que se arrepentiría posteriormente.
Susan Sarandon y Jessica Lange magistrales, en una exquisita serie como pocas.
«FEUD: Bette and Joan» es una obra maestra. Exquisita en su reparto, escenarios y ambientación, os mantendrá en vilo a lo largo de ocho capítulos que muestran la voraz competencia entre dos grandes divas, con sus luces y sombras. Está realizada con mucho mimo, en selectos ambientes que recrean los años sesenta. Una actuación magistral de Susan Sarandon y Jessica Lange, a la altura de las divas que representan.
Si quieres sentir la fuerte enemistad y el odio entre dos rivales fuertes dispuestas a todo, no dejes de ver esta magnífica serie, ¡no te la pierdas!
Nota: el presente post se complementa con el contenido en el siguiente enlace «¿Qué fue de Baby Jane».
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Ficha Técnica
¿Qué fue de Baby Jane?, de Robert Aldrich
Título original: ¿Qué fue de Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?) Dirección: Robert Aldrich Guión: Lukas Heller. Novela: Henry Farrell Música: Frank De Vol Fotografía: Ernest Haller (B&W) País: Estados Unidos Año: 1962 Duración: 133 min. Género: Drama | Drama psicológico. Vejez / Madurez. Discapacidad. Familia Reparto: Bette Davis, Joan Crawford, Victor Buono, Marjorie Bennett, Maidie Norman, Anna Lee , B. D. Merril, Dave Willock, Anne Barton, Wesley Addy, Bert Freed, Robert O. Cornthwaite Compañías: Warner Bros
Sinopsis
Las hermanas Jane y Blanche Hudson son dos ex actrices «solteronas», en paro. Mantienen una tóxica relación en la que la envidia y los celos han marcado sus vidas desde la infancia, cuando Jane era una exitosa niña prodigio del «show business» y Blanche quedó relegada a un segundo plano... hasta que las tornas cambiaron, y Jane se vio eclipsada por el éxito de su hermana Blanche, que en la cima de su carrera como actriz se ve abocada a una silla de ruedas, tras sufrir un trágico accidente que trunca la carrera artística de ambas hermanas.
Hastiada de cuidar de su hermana Blanche y sin otro propósito en la vida, Jane planea su regreso a la interpretación. Emocionalmente está desequilibrada, debido a su alcoholismo y al sentimiento de culpa que siente tras el accidente de Blanche, que es víctima de su maltrato físico y psicológico. Pero Blanche tampoco es lo que parece a primera vista, manteniendo un oscuro secreto y un trasfondo de engaño y manipulación.
«¿Que fue de Baby Jane?» es quizá la película más famosa de Robert Aldrich, que enfrentó a dos monstruos de la interpretación como Joan Crawford y Bette Davis. Aldrich lo intentó de nuevo un par de años más tarde, contando con Bette Davis y sustituyendo a Joan Crawford por Olivia de Havilland, tras una larga serie de trabas y despropósitos ideados por Joan Crawford para no participar en la película, de los que posteriormente se arrepentiría. El resultado fue mucho menos logrado, bajo el título «Canción de cuna para un cadáver».
Bette Davis y Joan Crawford magistrales: Dos divas enfrentadas en una interpretación sublime.
Personalmente, «¿Que fue de Baby Jane?» me parece una obra maestra del drama, y del terror. Basada en una obra literaria escrita por Henry Farrell, supone un pulso entre el orgullo y la envidia.
Una película terrorífica sin sangre, sin armas, sin necesidad de ruidos que estremezcan al espectador; sin sobreactuaciones absurdas. Una interpretación magistral de dos divas enfrentadas en la gran pantalla, y en la vida real. Una obra magistral con un guión sin precedentes.
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Sin duda alguna, las vacaciones conforman uno de los momentos más ansiados del año, precisamente cuando nuestros empleos y quehaceres diarios nos asfixian, y nos vemos en la necesidad de desconectar y recargar energías para regresar al día a día con nuevas ilusiones y expectativas.
Las vacaciones, motivo de alegría y libertad
Las vacaciones son la cura idónea para la rutina aplastante, que en no pocos casos cercena nuestro sentimiento de libertad. Para aliviar la fatiga y el estrés, es necesaria una desconexión física y mental de nuestros horarios y deberes cotidianos.
Disfrutad de las necesarias vacaciones
Durante las vacaciones, es posible desconectar de la vorágine, pero incluso a pesar de ello, hay quienes no las desean en absoluto, porque están tan arraigados a sus hábitos que cuando se detienen y el «ruido» cesa, padecen ansiedad e incluso se deprimen.
En cualquier caso y a mi modo de ver, uno de los momentos clave de las vacaciones es precisamente el regreso de las mismas, que a fin de cuentas es una parte indispensable en la consecución del logro deseado. Aunque pensemos que las horas empleadas durante nuestro regreso y la posterior habituación a la realidad son tiempo perdido, en realidad son tan importantes como el disfrute y la desconexión durante nuestros viajes.
Pocas cosas inspiran más que viajar
¿Al regreso de las vacaciones, a menudo tenéis la sensación de que vuestra casa es hermosa y acogedora? ¿Acaso como si la echáseis de menos, e incluso os parece un lugar entrañable?
¿Teneís ganas de regresar cuando se alargan las vacaciones y pensáis que, en cierto modo, necesitáis algo de rutina y orden para seguir adelante? Probablemente experimentéis algunas sensaciones similares.
El regreso de las vacaciones conforma un momento álgido, pues supone la reconciliación con la vida y el día a día. Un instante de reflexión; porque la rutina es necesaria, a pesar de todo.
Disfrutad, cuidaos mucho y cuidad a los vuestros. A fin de cuentas, todos deseamos un mundo mejor
El regreso de las vacaciones es consciencia pura, aunque pase desapercibida. Una etapa vital.
Recuerdo haber leído unas declaraciones de Julian Lennon tachando a su padre de hipócrita, entre otras cosas. Los juicios y reproches así son habituales de hijos a padres, mayormente con vidas tormentosas, y también las hemos conocido en el caso de otros grandes creadores como Bob Marley, a quien se tachó de machista, violento y maltratador.
El artista no es un ser perfecto.
Personalmente, no lo pongo en duda. Lamento que unas tóxicas relaciones parentales marcasen la vida de sus hijos, condenándolos a la vulnerabilidad. Pero no hace falta ser artista para ser un pésimo padre. El objetivo de este post no es juzgar a las personas que los artistas fueron, sino poner de manifiesto que un artista no es, en ningún caso, UN SER PERFECTO.
Un artista no es perfecto, ni tiene por qué serlo. Sólo es un ser humano, imperfecto y frágil como otro cualquiera, en ocasiones cegado por su ego. Es probable que jamás sea el mejor ejemplo a seguir. Un artista es un creador; sus ideales, su vida íntima, sus posibles adicciones, sus juicios y tendencias de cualquier índole, etc., conforman unos determinados marcadores para juzgarlo bajo un prisma concreto.
¡Qué más da cómo fuesen sus vidas! Bastante tenemos con vivir las nuestras en un mundo loco, donde todo tiene un precio, dirigido y gobernado por las desigualdades y la sinrazón. Criad a vuestros hijos lo mejor que podáis... Disfrutando de las canciones, los libros, las películas, los lienzos, etc. Su legado artístico, inspirador y visionario.
Título original: El viaje de Harold (The Unlikely Pilgrimage of Harold Fry) Dirección: Hettie Macdonald Guión: Rachel Joyce. Libro: Rachel Joyce Música: Ilan Eshkeri Fotografía: Kate McCullough País: Estados Unidos Año: 2023 Duración: 108 min. Género: Drama | Road Movie. Vejez / Madurez Reparto: Jim Broadbent, Penelope Wilton, Linda Bassett Compañías: Essential Cinema, Free Range Films, Ingenious Media, Rose Pine Productions
Sinopsis
Harold (Jim Broadbent) está jubilado y lleva una vida aburrida e insulsa. Los días acontecen junto a su mujer, con quien apenas se comunica, realizando rituales relacionados con las labores del hogar.
Una mañana, recibe una carta de una antigua compañera de trabajo, de la que no tiene noticias hace más de veinte años. En su misiva, Queenie le informa de que tiene cáncer y se despide de él, deseándole lo mejor. Harold escribe unas líneas que apenas conforman un breve cumplido. Sin embargo, y cuando se dispone a echar la carta en el buzón de correos, mantiene una inspiradora conversación con una joven... y decide, en ese mismo momento y con lo puesto, caminar hasta el norte del Reino Unido, a unos 800 km de distancia, con el empeño de visitar a su moribunda amiga en el hospicio, donde se encuentra sola y sin ayuda.
«El viaje de Harold» removerá tu conciencia. Su protagonista se desprende de todo aquello que lleva encima: viaja sin móvil ni tarjeta de crédito, sin carné de conducir. Camina por las carreteras y duerme en el campo. En su peregrinaje se cruza con diversos personajes, a quienes cuenta su objetivo, algunos de los cuales le acompañan temporalmente. Pronto, su hazaña inunda los noticiarios nacionales; pero los fenómenos sociales amenazan tergiversar su propósito, por lo que Harold vuelve a caminar solo, alejado del «grupo».
Una película entrañable. Un protagonista que se enfrenta a todos los fantasmas del pasado, que no son pocos. Una redención, una penitencia, el renacer de una vida que no tenía sentido, y el reencuentro con su pareja. Una película necesaria en estos tiempos "modernos", en los que los malos guiones abundan.
Lejos del esplendor y el ruido que acompaña los últimos días de diciembre, con su final de ciclo y sus luces como preámbulo de un año nuevo que resuelva nuestros pesares y anhelos, el mes de septiembre podría ser el comienzo de todo: el fin del verano, el regreso al trabajo, el inicio del curso y la posibilidad de emprender actividades y proyectos que se quedaron en el tintero. La ilusión de doce meses por delante...
Por todo ello, algunos consideramos que el año comienza con el fin de agosto, junto a esas tentadoras colecciones de fascículos que anuncian por televisión.
Agosto es el periodo estival para el descanso y la desconexión. Pero no sólo eso, un intervalo de tiempo en el que casi todo se detiene, aunque el grueso de nuestras vidas se forje en el día a día de los once meses restantes, en los que somos esclavos de un acuerdo contractual que ocupa nuestras vidas. A menudo ocurre que, durante las vacaciones de verano o después de éstas, caemos en la cuenta de lo que todo esto supone y significa: ¿cuánto nos dejamos de nosotros mismos en el día a día? ¿Qué desearíamos hacer en realidad? ¿Somos felices? ¿Hasta qué punto se han cumplido nuestros deseos?
Echar el freno en vacaciones puede abrir nuestras mentes. Las vacaciones deberían resultar sanadoras en todo caso, pero en no pocas ocasiones destapan algo que permanecía oculto entre la vorágine, provocando una crisis o un sindrome post vacacional. Y eso dice mucho al respecto de agosto y septiembre, como la posibilidad de un antes y un después.
Por todo ello haced los planes cuanto antes. Coged lápiz y papel y reflexionad sobre lo que estáis haciendo, y a dónde queréis llegar. No perdáis tiempo, que la vida es corta.
Ante todo, expresar mi profundo pesar por el fallecimiento de la popular artista irlandesa, Sinéad O´Connor.
Con la certeza de que necesitamos artistas de su talento y fuerza, me vienen a la mente multitud de datos que la marcaron: una familia desestructurada con maltrato infantil, un enorme talento artístico con una fuerza interpretativa y un estilo inusuales, su individualismo e hipersensibilidad emocional, y también su rebeldía y su obsesión religiosa... Cabría preguntarse si su atrevido comportamiento al romper una foto de Juan Pablo II ante las cámaras de televisión inició su mala racha, que quizá la condujo a un fatal desenlace, aunque es más probable que todo sea debido a un cúmulo de circunstancias, y a una mala gestión emocional de la fama.
Al hilo de lo dicho, la hipocresía reina a nuestro alrededor. Pero no sólo eso: decir la verdad puede hacer añicos nuestro entorno. Es necesario ser muy fuerte y sopesar las consecuencias antes de enfrentarse al mundo, sabiendo que, a fin de cuentas, no podemos cambiarlo. Sinéad O´Connor era consciente de su verdad cuando rompió aquella fotografía. Después quizá vino el «más vale sola que mal acompañada», «créate fama y échate a dormir», «a perro flaco todo son pulgas», las crisis y los problemas de salud mental.
¡Tened cuidado! La certeza no es una garantía de éxito. Vivamos desde lo auténtico, pero sin destacar.
El mismo talento y la sensibilidad que encumbraron a Sinéad O´Connor, propiciaron su descenso al infierno. Tan sólo eso podría explicar lo ocurrido. Pero también es cierto que nuestra sociedad castiga la hipersensibilidad, y una vez más se cumple aquello de «la fama mata», especialmente con determinados caracteres y sensibilidades.
Contrariamente a lo que cabría esperar, estar en lo cierto puede dejarnos solos. La experiencia lo demuestra.
El siguiente cartel y las fotografías que lo acompañan pertenecen a un par de conciertos acústicos y una presentación literaria que llevé a cabo en mayo y junio de 2022. En dichos conciertos rendí tributo a Enrique Urquijo y Los Secretos, así como a algunas otras bandas y cantantes como Neil Young, Pink Floyd, Fito & Fitipaldis, etc., aprovechando para presentar mis libros y firmar ejemplares.
Muchas gracias a Sonsoles, Aurelio, Aurora, Gema, Roberto, Ángel, Raúl, Maribel, , etc., y a todo el público asistente. Una magnífica experiencia, que me ha permitido conocer gente y hacer amigos, algunos de ellos enriquistas.
Las dos caras de Dexter Morgan: La voz en off, y el eficaz agente de la policía científica
Dexter Morgan, el tranquilo y tenaz ex policía de la científica interpretado por Michael Carlisle Hall, nos ha dejado para siempre. Tras ocho temporadas completas de la serie «Dexter» que finalizaron en 2013, y una temporada adicional bajo la denominación «Dexter: New Blood» fechada en 2021, el final de este curioso personaje, que hablaba con los muertos en sus alucinaciones y cuyas voces en off revelaban sus verdaderas intenciones más allá de la apariencia... no podría estar más cerca de la reflexión.
Refugiado bajo la identidad de Jim Lindsay, se gana la vida como vendedor en la armería de una ciudad ficticia al norte del estado de Nueva York, llamada Iron Lake. Un entorno opuesto al cálido Miami de sus inicios. Dexter Morgan ha cesado su actividad criminal y desde hace más de una década pasa desapercibido, siendo el novio de la jefa de policía del condado. Entretanto Hannah McKay, quien fuera su novia y quedase al cuidado de su hijo Harrison, ha fallecido sin que él lo sepa. Tras una incesante búsqueda, Harrison logra dar con él, entrando a formar parte de su vida a lo largo de última temporada de la serie, donde la nieve y el hielo sustituyen al sol de Miami.
Como no podía ser de otro modo, el observador y sagaz Dexter se percata enseguida de que el «oscuro pasajero» habita en su vástago quinceañero, y decide hacer algo que jamás había hecho: contarle su secreto y hacerle partícipe, a través de la revelación del código que su padre Harry le enseñó para canalizar su ansia, y sobrevivir como un psicópata asesino.
Dexter y Debra Morgan
Pero Harrison no está preparado: es demasiado joven e insolente; incluso siendo consciente de ello, Dexter le confiesa su secreto y se ofrece como maestro para que su hijo pueda sobrevivir con su ansia, tal como hiciera su padre adoptivo Harry, cuando él era un adolescente.
La sabia experiencia de nuestro «día a día» demuestra que, por desgracia, resulta imposible ayudar a quien no pide ayuda, y en muchas ocasiones no conlleva un final resuelto y feliz, especialmente cuando los niveles de consciencia del ayudador y el ayudado son tan diferentes, como ocurre con Dexter y Harrison. ¡He ahí el quid de la cuestión!
Con la novena temporada, la historia de Dexter Morgan concluye ante una sublime muestra de amor a la que se entrega de un modo apacible y consciente, cediendo el control a su descendiente, aun a sabiendas de que es demasiado joven e inexperto como para comprender la realidad y el futuro que le aguarda.
Toda una prueba de amor... Dos estados de consciencia muy diferentes
Un final sublime para el asesino que conectó con el público y logró su empatía. Y un magnífico ejemplo de diferencia en los estados de consciencia (en este caso debido a la edad) entre un "ayudador" y un "ayudado", como perfecto ejemplo de una prueba de amor. Me quito el sombrero ante un guión tan inspirado y bien concebido.
Fue a raíz de que se preguntara el porqué de su hábito circunspecto, cuando cayó en la cuenta de que la tristeza le era intrínseca. Ella conformaba su episodio más repetido e inmediato y él la reprimía, aparentando mostrar una imagen que ocultara su natural desconsuelo. Ésa parecía ser la clave de su compostura.
Frente a aquella revelación y por un instante, Louis deseó olvidarse de sí mismo y tras cerrar los ojos se imaginó renaciendo bajo la piel de otro hombre, como si acaso la vida le brindara una segunda oportunidad. Sus ojos parpadearon y entonces pudo verse bajo la apariencia de Dave, un amigo con el que esa misma tarde había tomado café. Louis se recreó en la sonrisa de su amigo, bajo unas anchas y pobladas cejas negras. Su nuevo aspecto lucía informal, con el cabello engominado, alegre e idealista. Incluso caminaba más erguido, ataviado en unos tejanos desgastados.
Así ocurrió durante unos minutos, donde todo a su alrededor parecía tener otro aspecto. Sin embargo, la tristeza continuaba ahí, bajo el hueso del cráneo.
Louis era un poeta de mediana producción que daba tumbos por el mundillo literario, soñando figurar entre sus páginas. Pero no vivía de la poesía. Sobrevivía gracias al trabajo como operario en una cadena de producción donde su afición literaria era desconocida.
Aquel día cubrió el turno de mañana y tras comer se citó con Dave, en vista de que no era un buen día para los poemas. Tomaron café y se despidieron a eso de las cinco, tras lo cual montó en su coche y condujo hasta unos grandes almacenes, sin saber muy bien por qué.
Louis paseó por los pasillos del hipermercado, mirando los productos sobre las estanterías. Todo aquello estaba repleto de cosas: botellas de diferentes tamaños conteniendo productos diversos, galletas con multitud de sabores, chocolates de varios países con fresas y otras frutas, cajas de leche, bicicletas, ruedas de coche, libros y revistas, videojuegos, bombillas, lámparas, latas de cerveza, frutas y verduras, yogures, pizzas y quesos… Nada parecía interesarle, hasta que las vio. Aquellas mesas amontonadas en la sección de bricolaje llamaron su atención: mesas baratas donde leer el periódico o escribir una carta… Tras charlar con una dependienta del hipermercado, no se lo pensó dos veces. Cargó el paquete en el carro, se dirigió hasta la zona de cajas, pagó con su tarjeta de crédito y lo tumbó en el maletero del coche, tras lo cual condujo varios kilómetros por los pueblos de alrededor sin saber muy bien por qué, acaso como cuando había entrado en el hipermercado.
Una vez en casa, encendió un cigarrillo y se arrojó sobre el sofá, cambiando una y otra vez los canales del televisor. Al rato bajó al coche y cargó con la caja que contenía la mesa. La subió a casa y buscó un metro, comprobando las dimensiones de los espacios libres, hasta buscarle un rinconcito en el estudio. Decidido, conformó la mesa con los tornillos y las herramientas que incorporaba; recogió los plásticos y los cartones de embalaje, barrió el suelo y suspiró al comprobar lo bien que lucía aquella mesa. Aquel rincón había reclamado una mesa así durante años y Louis no se había dado ni cuenta; muchas desgracias humanas eran la misma cosa o algo parecido.
El estudio de Louis albergaba otra mesa de madera. Sin embargo, ésta le parecía especial: se trataba de una mesa de kit, un chollo por 30 €. Le hubiese gustado estrenarla escribiendo un poema. Era esa misma frustración de quien aguarda las vacaciones para llevar a cabo algo que ansía, y llega el momento y enferma o se deprime, o simplemente no empieza por el principio. Y allí estaba Louis, con tiempo para los poemas y privado de inspiración, deseando escribir lo primero que se le ocurriera e incapaz de comenzar.
A lo mejor me vendría bien un whisky, pensó. La luz del flexo y el whisky con los hielos, eso crea ambiente. Retomó la contemplación de su escritorio, preguntándose cuántas mesas podría haber comprado con todo el dinero que a lo largo de su vida se había gastado en whisky. Por un instante no supo a ciencia cierta a qué venía aquello. ¿Por qué bebía Louis? ¿Por qué la gente se esforzaba tanto y el mundo evolucionaba tan poco? Descorrió la cortina de la ventana y todas aquellas mesas de 30 € se le representaron en el aparcamiento de enfrente. Lo mejor sería regalarlas, pensó. La gente tendría una mesa sobre la que escribir su poema. Todo el mundo debería hacerlo.
Un pitido del teléfono móvil lo devolvió al mundo real: bip, bip... Las mesas desaparecieron. Sólo había coches: rojos, verdes, coches metalizados grandes y pequeños, de dos y cuatro puertas. La gente bebía en ocasiones, la gente pagaba un coche de vez en cuando; otras veces la gente no sabía qué hacer.
Louis corrió la cortina y se rascó la cabeza. Se dirigió hacia el tocadiscos, sobre el que descansaban un paquete de Lucky Strike y un encendedor azul. Contó los cigarrillos y extrajo uno. ¡Cuántas cosas se podían hacer sobre aquella mesa! Una mosca gorda se posó sobre el flexo. Se miraron. Louis tenía poco que ofrecer con su aspecto tan serio. La tristeza daba mucho de sí, pero la mosca era inquieta y no le dio una oportunidad. Despegó emitiendo un zumbido, entretanto Louis la observó marchar. No estaba mal eso de volar, pero sabía que él no lo lograría. Entonces se sentó frente a su escritorio: treinta euros, brillante, con olorcito a madera. Encendió el cigarrillo y chupó una calada. La luz del flexo hacía guiños a intervalos y el humo parecía azulado. Afuera, la gente caminaba en busca de cosas.
Alargó su brazo para coger el mando a distancia y encendió el televisor. Su tristeza arraigada lo acarició entonces. Louis se dejó querer. Lo cierto es que había algunas cosas que no lograba entender: ¿por qué el público de los programas que emitían por televisión aplaudía de aquel modo tan absurdo en los intermedios de publicidad? ¿Por qué los presentadores decían tantas tonterías, mintiendo y gesticulando como energúmenos? Ni siquiera entendía por qué había comprado aquella mesa de kit por 30 €. Todo eran dudas… Y entonces recordó a la muchacha que le había atendido en el hipermercado; sin duda alguna era lo mejor que le había ocurrido en todo el día:
Louis caminaba por entre los pasillos con su carro vacío, buscando algo para llenarlo. Se detuvo frente a todas aquellas mesas de kit, cuando ella se acercó y tras dirigirse a él, charlaron amablemente y le desembaló la mesa, mostrándole las piezas y el cajoncito que incorporaba. La muchacha se movía con gracia y se pilló un dedo que luego se chupaba, ligeramente refunfuñando. «Si no te gusta, guardas el ticket y te devolvemos el dinero», le dijo. ¡Era tan esperanzador encontrar algo humano entre tanta gente! Todo el mundo debería casarse con las dependientas de los hipermercados. Los presidentes deberían haber trabajado como cajeros; si acaso hubieran fregado portales estarían más cerca de la realidad. El mundo entero lo agradecería.
La mesa era simple. Acercó una silla, tomó un bolígrafo y un folio y escribió su poema de un tirón.
Solo
Azul
rojo y negro
Jazz.
Hay un par de cuadros colgados por ahí.
En uno puede verse a un guardia borroso
entretanto una pareja se abraza.
Todas mis cosas están aquí. Hay bolígrafos, discos y cables.
Así es mi habitación.
Nadie puede verla ahora.
Louis pensó que aquel poema era uno de los peores que había escrito jamás. Lamentable y autocompasivo. La mosca se posó sobre el flexo. Era horrible. Tenía trozos azules. Se miraron cara a cara hasta que retomó el vuelo. Louis decidió darle otra oportunidad; cualquiera la merece, pensó. Rompió su poema y lo arrojó a la papelera. Apagó el televisor, se levantó de la silla y entreabrió la ventana para dejar que el insecto escapara. Había algunas luces encendidas en el bloque de enfrente. Entonces imaginó a una vecina cualquiera en su cocina, preparando la cena, quizá cubierta por una ligera bata y unos pechos enormes envueltos en un sujetador blanco liso. Louis olisqueó con los ojos cerrados todos los pechos y los geles y los suavizantes de sus vecinas. Olían bien. Dejó la ventana y se sentó frente a su nueva mesa de escritorio, que había comprado sin saber muy bien por qué.
Jugueteó con el bolígrafo. Era anaranjado y transparente, de propaganda. El bolígrafo le pareció odioso, pues aún no era capaz de escribir directamente con el ordenador y le ponía nervioso apretar las teclas con apenas dos dedos y su sombra proyectándose sobre el teclado. Retomó los cigarrillos: quedaban tres. Extrajo uno y ya sólo quedaban dos. Mañana dejaré de fumar, pensó. Cogió la prensa. «Todo el mundo debería tener una mesa así», pensó. Abrió el periódico y pasó una tras otra, sus páginas. «ADIÓS AL GORILA ARTISTA», figuraba de cabecera en la última página del diario. Michael, «el gorila artista», había fallecido a los veintisiete años, de un fallo cardíaco. Michael se comunicaba con los humanos a través del lenguaje de los signos. Entendía palabras en inglés y prestaba atención a las interpretaciones musicales y a las obras de arte. Michael, el primate que coloreaba lienzos, había muerto ayer.
Louis detuvo su mirada en la fotografía de Michael pintando una acuarela. La imagen del gorila le transmitió una cierta melancolía; su misma tristeza arraigada, fluía con la lentitud de un pedo sin ruido a través de la última de las páginas de aquel diario, con la foto del gorila pintor. La tristeza se encontraba presente en cada uno de los pliegues que conformaban las carnes arrugadas de aquel animal. Sintió compasión de la bestia, al advertir la forma de su cráneo. Era ridículo. Deforme, como un balón de rugby. Se le ocurrió entonces que si todo el mundo pintara cuadros y prestara atención a las interpretaciones musicales y a las obras de arte, quizá si todo el mundo tuviese una mesa de kit de 30 € sobre la que escribir un poema, quizá él no fuera una persona tan seria y el público de los programas que emitían por televisión no aplaudiría todas aquellas mentiras y los presentadores no serían tan idiotas.
Dobló el periódico, depositándolo sobre la mesa. Era la hora de cenar. La horrible mosca con trozos azules había aprovechado su oportunidad. Louis cerró la ventana y apagó la luz.
Es una buena mesa, pensó. Sin duda alguna que prometía.
«Accidente en la fábrica de chorizos», un libro de Rafael Moriel
«Tintes de tristeza y el kit de 30€» es un relato perteneciente al libro de relatos "Accidente en la Fábrica de Chorizos", escrito por Rafael Moriel y disponible en papel de tapa blanda y ebook.