lunes, 11 de noviembre de 2024

Mi mejor amigo

A veces pienso en «mi mejor amigo» con cierto pesar, y me pregunto por qué ya no compartimos aquella próspera amistad.

A lo largo de mi vida, dejé de fomentar algunas amistades por decisión propia, sin duelo alguno. Sin embargo, y en relación a la pérdida de quien considero fue «mi mejor amigo», estoy seguro de que no fui yo quien la propició, y tampoco lo esperaba en ningún caso. He pensado mucho acerca de ello, atravesando diferentes etapas, algunas de ellas incluyendo a ciertos demonios. Finalmente, he logrado extraer algunas conclusiones que me han ayudado a madurar como adulto, poniendo fin a todas mis inquietudes:

Mi amigo y yo somos incompatibles, de veras que sí; de hecho, ya no es mi amigo, porque ni siquiera hablamos hace años, y no hay NADA que me una a él. Por mucho que me empeñase en negarlo, es la verdad. El resto... sólo conforma un sentimiento de tristeza y anhelo:

Nos llevaríamos fatal. Estando juntos, yo no podría ser yo, y viceversa. JAMÁS. Estaríamos continuamente poniéndonos en entredicho, porque ya no somos quienes fuimos. Fomentamos una excelente amistad durante décadas, pero todo aquello pasó, y pertenece al pasado, y al mundo de los recuerdos. Ni siquiera estamos en el mismo nivel de consciencia, y no soportaríamos los roles que interpretábamos antaño... Nuestros intereses son distintos, nuestras apreciaciones otras. No tenemos nada en común y todo apunta a que, tras más de una década sin comunicarnos, somos dos perfectos desconocidos.

De nada sirve añorar el pasado, o aguardar a que algo cambie. Refugiarme en el ayer no ayuda, y significa que puedo estar triste en un momento dado. «Un tiempo extraviado, en un sueño imposible».


Me ha llevado años aclararlo...
El saber no ocupa lugar, aunque sí ocupa mucho tiempo. Le deseo lo mejor a «mi mejor amigo», agradeciéndole su amistad y sintiéndome orgulloso de haber sido su referente durante tanto tiempo.

Ahora sí, me despido.


Atentamente:
Rafael Moriel