martes, 20 de septiembre de 2011

Hatshepsut:
La Reina que Llegó a ser Faraón

Obeliscos de Tutmosis I y Hatshepsut, en Karnak.
(Foto: Rafael Moriel)

Tutmosis I, tercer faraón de la Dinastía XVIII, reinó desde el año 1504 a. de C. hasta el 1492 a. de C. Siendo tan sólo un militar de máxima confianza, legitimó su posición tras desposarse con Amosis, hermana del faraón Amenofis I, con la que engendró cinco hijos: Amenmose, Uadymose, Neferubity, Hatshepsut y Neferubity, de los que tan sólo la princesa Hatshepsut y su hermana menor Neferubity alcanzaron la edad adulta.

Tutmosis I, a diferencia de sus predecesores, decidió enterrarse en un oculto valle donde no crecía ni una hierba, posteriormente conocido como el Valle de los Reyes. Mil años antes, los faraones se hacían enterrar en pirámides que por entonces ya habían sido saqueadas.

Tutmosis I fue un faraón guerrero, cuyas tropas conquistaron toda la región sirio-palestina, penetrando en territorio Nubio más allá de lo que hicieran sus predecesores, llegando a derrotar a una confederación de tribus locales.

Tutmosis I falleció tras un breve pero glorioso reinado. A pesar de haber tenido cinco hijos con la reina, la esperanza de vida era corta y tan sólo la princesa Hatshepsut había logrado sobrevivir a sus padres, por lo que Tutmosis II, hijo de una esposa secundaria de Tutmosis I, se vio obligado a desposarse con la joven princesa, que tenía doce años. Fruto de esta relación nació la princesa Neferura.

Tutmosis II contaba veinte años de edad cuando fue coronado faraón. Contrariamente a su padre, era frágil y enfermizo y se quedaba en palacio cuando el ejército salía a combatir. Falleció a los cuarenta años de edad, tras un reinado tranquilo y sin altibajos.

Así fue como Hatshepsut, tras veinte años de matrimonio con Tutmosis II y con 32 años de edad, se hizo con las riendas y emprendió un ambicioso plan de construcciones en Egipto, entre las que destaca su propio templo funerario Dyeser-Dyeseru, en Deir el-Bahari. Las estatuas que Hatshepsut ordenó construir sentarían precedente durante el siguiente milenio, y sus obeliscos de granito en el templo de Karnak figuran entre los grandes logros de la ingeniería del mundo antiguo. Extraídos de las canteras de Aswan, a 250 km al sur de Tebas (Luxor en la actualidad), el obelisco que todavía se mantiene en pie en el templo de Karnak alcanza una altura de 28,58 m y pesa 343 Tn. Junto a su pareja ya caída, ambas piezas fueron talladas e instaladas en un tiempo récord de 7 meses, incluyendo su transporte a través de cientos de kilómetros por el río Nilo. La cúspide de ambos obeliscos estaba recubierta de electrum, una mezcla de oro y plata.

Levantar un obelisco no era una proeza fácil de realizar. En el siglo XIX, Francia, Inglaterra y EEUU transportaron algunos obeliscos procedentes de Egipto. En New York necesitaron tan sólo cuatro meses para manipular y trasladar un obelisco durante 3 km, trabajando día y noche. Recientemente, se realizó un experimento, tallando con maquinaria un obelisco más pequeño que los de Hatshepsut. Para su izado e instalación sólo fue utilizada mano de obra humana, pero a pesar del asesoramiento de expertos, no fueron capaces de ponerlo en pie y finalmente fue abandonado en el desierto. Los obreros de Hatshepsut tallaron, transportaron e instalaron dos obeliscos en tan sólo siete meses, sin emplear máquinas de vapor ni correas hidráulicas, ayudándose tan sólo de la arena del desierto.

Actualmente se cree que un enorme obelisco inacabado, hallado en una cantera de Aswan, podría datar del reinado de Hatshepsut. De haber sido alzado, sería el obelisco más grande de la historia de Egipto, con 1168 Tn de peso. Sin embargo, su granito llegó a quebrarse y la obra no pudo ser concluida.

El supervisor de las obras reales de Hatshepsut era un plebeyo llamado Senenmut, que progresivamente logró alcanzar los más altos cargos del país, siendo además el tutor de la princesa Neferura. Las pruebas existentes ponen de manifiesto la relación íntima existente entre Senenmut y Hatshepsut, hasta el punto de que éste fue enterrado en el sarcófago de la propia Hatshepsut, que tras coronarse faraón ordenó construirse otro más acorde a su estatus. Senenmut permaneció soltero durante toda su vida, algo muy extraño en el Antiguo Egipto. Su tumba incluye el primer techo astronómico conocido de la historia, incluido posteriormente en las tumbas de los faraones enterrados en el Valle de los Reyes. Los túneles excavados en su tumba parecen encontrarse bajo tierra con la de tumba de Hatshepsut, situada al otro lado de la montaña, en el Valle de los Reyes.

Tutmosis II tuvo un hijo con una concubina, llamado Tutmosis III. La sucesión real debía recaer en un varón, y Tutmosis III fue coronado faraón. Sin embargo, Egipto estaba muy satisfecho con la reina viuda Hatshepsut y Tutmosis III era todavía muy joven, por lo que la propia Hatshepsut se encargó de la regencia. Sin embargo, durante el segundo año de reinado de Tutmosis III, Hatshepsut se autoproclamó faraón de Egipto, bajo el nombre de Maatkara Hatshepsut, haciéndose representar habitualmente con el atuendo de un faraón. Al parecer, Tutmosis III prefería la vida militar y se le conoce como «El Faraón Guerrero». Todo apunta a que Hatshepsut y él alcanzaron un equilibrio, quizá de mutuo acuerdo.

Tutmosis III reinó durante 33 años, emprendiendo 17 campañas militares y conquistando Palestina y Siria, hasta penetrar en Irak. Tras la muerte de Hatshepsut, heredó un país próspero y continuó practicando la guerra, en lugar de construir monumentos.

Las inscripciones del «Templo Rojo» en Karnak ponen de manifiesto que Tutmosis III gobernó junto a Hatshepsut en una relación beneficiosa para ambos, aunque años después del fallecimiento de ésta, borró su nombre de todos los monumentos, aparentemente en un intento de evitar que otra mujer arrebatara el reinado a sus descendientes varones.


Sala de la Feminidad:
Templo Dieser-Dyeseru, Deir el-Bahari.
(Foto: Rafael Moriel)
Atentamente:
Rafael Moriel