El primer libro que logré completar llevaba por título «Siempre Hay un Roto Para un Descosido», y estaba compuesto por varios relatos cortos. Recuerdo perfectamente cómo llegué a creerme que se trataba de un gran libro, a pesar de la ingenuidad literaria que albergaban aquellas páginas, escritas por un autor joven e inexperto. Tan convencido estaba, que creí que alguna editorial lo publicaría, sin mayor esfuerzo.
Tal como hacía por aquel entonces, envié mi manuscrito a las editoriales, obteniendo alguna que otra oferta para publicar... ¡Pagando!
El transcurso del tiempo se encargó de abrirme los ojos: de todos los relatos que conformaban aquel libro, tan sólo una pequeña parte de ellos reuniría las condiciones, tras una posterior reescritura.
Todavía continúo escribiendo, y si hay algo que tengo claro, es que jamás pagaré por publicar mis libros. Publicar a la antigua usanza es cada día más difícil, y menos recomendable. Sin embargo, es posible publicar si uno se lo propone, y opciones no faltan.
Hubiese dado cualquier cosa por publicar hace algunos años. Ya no envío manuscritos a las editoriales, y ni siquiera me presento a certámenes literarios. Soy independiente y todavía continúo equivocándome, espero que por muchos años. Pero soy libre, y nadie puede engañarme.
Al fin y al cabo y como decía Bukowski, el escritor es el único juez de su obra.
Tal como hacía por aquel entonces, envié mi manuscrito a las editoriales, obteniendo alguna que otra oferta para publicar... ¡Pagando!
El transcurso del tiempo se encargó de abrirme los ojos: de todos los relatos que conformaban aquel libro, tan sólo una pequeña parte de ellos reuniría las condiciones, tras una posterior reescritura.
Todavía continúo escribiendo, y si hay algo que tengo claro, es que jamás pagaré por publicar mis libros. Publicar a la antigua usanza es cada día más difícil, y menos recomendable. Sin embargo, es posible publicar si uno se lo propone, y opciones no faltan.
Hubiese dado cualquier cosa por publicar hace algunos años. Ya no envío manuscritos a las editoriales, y ni siquiera me presento a certámenes literarios. Soy independiente y todavía continúo equivocándome, espero que por muchos años. Pero soy libre, y nadie puede engañarme.
Al fin y al cabo y como decía Bukowski, el escritor es el único juez de su obra.
Atentamente:
Rafael Moriel
Rafael Moriel