A veces pienso en «mi mejor amigo» con cierto pesar, y me pregunto por qué ya no compartimos aquella próspera amistad.
A lo largo de mi vida dejé de fomentar algunas amistades, la mayoría de las veces por decisión propia, sin duelo alguno. Sin embargo, y en relación a la pérdida de quien considero fue «mi mejor amigo», estoy seguro de que no fui yo quien la propició, y tampoco lo esperaba en ningún caso. He pensado mucho acerca de ello y he atravesado por diferentes etapas, algunas de ellas incluyendo a ciertos demonios, pero al final he logrado extraer algunas conclusiones que me han ayudado a resolver el asunto y madurar como adulto, poniendo fin a todas mis inquietudes:
Mi amigo y yo somos incompatibles por completo; de veras que sí. De hecho, ya no es mi amigo, porque ni siquiera hablamos hace años, y no hay nada que me una a él. Absolutamente NADA. Por mucho que me empeñase en negarlo, es la verdad. El resto... sólo conforma un ego de tristeza y anhelo.
Nos llevaríamos fatal. Estando juntos, yo no podría ser yo, y él no podría ser él. JAMÁS. Estaríamos continuamente poniéndonos en entredicho, porque ya no somos quienes fuimos. Fomentamos una excelente amistad durante décadas, pero todo aquello pasó, y pertenece al pasado, y al mundo de los recuerdos. Ni siquiera estamos en el mismo nivel de consciencia, y no soportaríamos los correspondientes roles que interpretábamos antaño... Nuestros intereses son distintos, nuestras apreciaciones otras. No tenemos nada en común y todo apunta a que, tras más de una década sin comunicarnos, somos dos perfectos desconocidos.
De nada sirve añorar el pasado, o aguardar a que algo cambie... Carece de sentido. Refugiarme en el ayer no ayuda, y significa que puedo estar triste en un momento dado; pero todo eso no es sino tiempo extraviado, en un sueño imposible.
Me ha costado años aclararlo... Están en lo cierto quienes afirman que el saber no ocupa lugar, aunque sí ocupa mucho tiempo. Le deseo lo mejor a «mi mejor amigo», agradeciéndole su amistad y sintiéndome orgulloso de haber sido su referente durante tanto tiempo.
Ahora sí, le digo adiós.
A lo largo de mi vida dejé de fomentar algunas amistades, la mayoría de las veces por decisión propia, sin duelo alguno. Sin embargo, y en relación a la pérdida de quien considero fue «mi mejor amigo», estoy seguro de que no fui yo quien la propició, y tampoco lo esperaba en ningún caso. He pensado mucho acerca de ello y he atravesado por diferentes etapas, algunas de ellas incluyendo a ciertos demonios, pero al final he logrado extraer algunas conclusiones que me han ayudado a resolver el asunto y madurar como adulto, poniendo fin a todas mis inquietudes:
Mi amigo y yo somos incompatibles por completo; de veras que sí. De hecho, ya no es mi amigo, porque ni siquiera hablamos hace años, y no hay nada que me una a él. Absolutamente NADA. Por mucho que me empeñase en negarlo, es la verdad. El resto... sólo conforma un ego de tristeza y anhelo.
Nos llevaríamos fatal. Estando juntos, yo no podría ser yo, y él no podría ser él. JAMÁS. Estaríamos continuamente poniéndonos en entredicho, porque ya no somos quienes fuimos. Fomentamos una excelente amistad durante décadas, pero todo aquello pasó, y pertenece al pasado, y al mundo de los recuerdos. Ni siquiera estamos en el mismo nivel de consciencia, y no soportaríamos los correspondientes roles que interpretábamos antaño... Nuestros intereses son distintos, nuestras apreciaciones otras. No tenemos nada en común y todo apunta a que, tras más de una década sin comunicarnos, somos dos perfectos desconocidos.
De nada sirve añorar el pasado, o aguardar a que algo cambie... Carece de sentido. Refugiarme en el ayer no ayuda, y significa que puedo estar triste en un momento dado; pero todo eso no es sino tiempo extraviado, en un sueño imposible.
Me ha costado años aclararlo... Están en lo cierto quienes afirman que el saber no ocupa lugar, aunque sí ocupa mucho tiempo. Le deseo lo mejor a «mi mejor amigo», agradeciéndole su amistad y sintiéndome orgulloso de haber sido su referente durante tanto tiempo.
Ahora sí, le digo adiós.
Atentamente:
Rafael Moriel
Rafael Moriel